25 de septiembre de 2009

DiCaprio tiene poco de estadounidense


Teruel es frío kazajo, repartidores de Telepizza a caballo y cuestas más jodidas de dejar atrás que el Himalaya con esguince. En cambio, la nación de los gringos, yankis, hot dogs o winchesters es la vecina rica de la que todos despotrican a veces con algo de razón y otras por pura envidia. "Su fortuna es consecuencia directa de sus años mozos donde frecuentaba sin complejos la prostituación de lujo", dice Bernarda la del tercero. "No te olvides tampoco querida Berni, de que la mosquita muerta llevó a cabo una serie de estudiados braguetazos", recalca la oligofrénica, resentida, sorda y viejuna del primero.

Esta pandilla de mediocres entre los que me encuentro como capitán general de todos los ejércitos, alaban individualmente a la vecina rica en el cuerpo a cuerpo, hasta límites que rozan lo ridículo, se sienten muy halagados porque esta pierda un segundo de su tiempo y les dedique una hipócrita sonrisa, incluso créanme que llegan al éxtasis, cuando la vecina les hace una carantoña a sus perros feos, enanos y paticortos. Lo mismo sucede entre nuestros gobernantes y los de Estados Unidos, por todos es sabido que Zapatero y sobre todo Aznar han tirado por la borda seguramente con acierto y sentido común, todo el amor propio y el ego acumulado cuando les ha tocado cumbre con sus homólogos norteamericanos.

Personalmente desprecio a Paris Hilton, a los raperos con saludos imposibles, a las zapatillas Nike hechas in Taiwan o Indonesia, a los padres empeñados en que sus hijos sean estrellas del deporte o de la canción y a esa sociedad heterogénea que en ocasiones parece una selva donde los vencedores se comen a los vencidos a los fracasados y a los que nunca supieron qué cojones aportar al mundo. También vomito sobre Sarah Jessica Parker con la cual no salgo de mi asombro al comprobar que se cree inteligente y atractiva. La lucha libre con un pobre guión de por medio tampoco me convence y las campañas políticas con formato de Sálvame Deluxe me resultan tan repugnantes como ver al candidato ganador ponerse el anillo de poder y jugar al Command and Conquer disparando misiles de forma aleatoria. En definitiva, detesto la parte hortera y más conocida de la América actual. También odio profundamente a Ben Stiller y su jodida cara de cretino.

Por el contrario, le encuentro un cierto encanto a la parte casposa y no menos hortera de los Estados Unidos. Sueño con conducir un Land Rover por Arizona con un sombrero parecido al de James Stewart en " La última bala", saltar de mi coche de forma poco ortodoxa, abrir la puerta del bar con una patada perfecta en la ejecución y decir en la barra aquello de: ponme un whisky, muñeca. Todo esto notando en el cogote las miradas de cuatro curtidos muchachos con camisa de cuadros, invitaciones a la asociación del rifle y campeonatos de mascar chicle con cara de no sentir compasión por nada ni por nadie. Tampoco me olvido de Steven Seagal, El equipo A, Chuck Norris o Rocky, por los cuales siento un gran aprecio, pero desgraciadamente ayudan a reforzar la equivocada idea, de que para ser norteamericano es imprescindible ser un cowboy con Chrysler, mente castigada y capaz de salir vivo ante veinte mil soviéticos con kaláshnikov.

Dejando al margen mi complicada infancia, nadie duda de que Estados Unidos es la Reina del ajedrez, Mickael Laudrup en el Barça de Cruiff y el semáforo que dicta cuando se pueda pasar y cuando se debe esperar una nueva oportunidad. Como nos jode pensar que el deficiente de Fulanito, ha conseguido una beca para estudiar en la universidad de Minnesota, con lo bien que suena Min-ne-so-ta. ¿Quién no ha pensado alguna vez en ser contratado por unos cerebritos recluidos en una central de Seattle y cobrar miles de dólares mientras fluyen ideas absurdas? lástima de hipócritas. Autores como Hemingway, Philip Roth o Faulkner eran norteamericanos. Y eso, que ellos son ignorantes y cazurros, y nosotros tan cultos que Telecinco consigue audiencias millonarias.

Creemos que somos algo más que un insignificante diamante dentro de un enorme montón de mierda. Nos olvidamos por completo de que en este país la persona más querida es Belén Esteban, que es infinitamente más deplorable que Bruce Springsteen. Tocando la música no hay color, por un lado Ray Charles, The Pixies, Bob Dylan o Louis Armstrong, por otro lado grupos a los que deberían prohibir reproducirse como Pignoise o Despistados, combinados con buenos músicos, que en su mayoría, se limitan, en menor o mayor medida, a copiar la fórmula de los yanquis. Mi actor favorito Morgan Freeman no nació en Almendralejo precisamente, si hubiera nacido en nuestro país hubiera sido un capullo con residencia en Los Ángeles, que solo actuaría en papeles donde se necesitase a un tipo con acento latino y cara de soplapollas.  En un repaso rápido de directores más de lo mismo, ¿qué son Isabel Coixet, David Trueba y Almodóvar al lado de los grandes directores norteamericanos? por otro lado, nos burlamos de que no sepan señalar España en el mapa cuando dudo que la mitad de los que escupen entre risas sepan señalar dónde se encuentran la mitad de los países de América.

Tienen mayor éxito las hamburguesas de tres pisos con queso verde y los partidos de Los Lakers con torpes cheerleders, que el jamón serrano, la Paella y la pilota valenciana, no porque sea mejor el producto, que es obvio que no lo es, sino porque es made in Usa. Resulta lógico, no es lo mismo que detrás de uno se aposente con espada y coraza el Bank of America y sus dos metros que lo haga la alopecia y conseguida barriguita de la Caja Rural de Peñiscola. De acuerdo, nosotros tenemos historia y ellos no, nosotros tenemos la Alhambra y ellos cuatro rascacielos iluminados, pero si no hubiésemos existido, quitando que en Centroamérica y Sudamérica probablemente hablarían portugués o inglés y las finales del 64 y el 2008 se las habrían llevado rusos y alemanes, el mundo no hubiera sido un lugar muy distinto al que conocemos.

Comprendo que sea difícil de encajar el tener que reírle las gracias al repetidor de clase dándole por decreto el bocadillo de chorizo, pero si lo que hacemos es reírnos de él sin ser conscientes de que solo somos treinta quilos de niño cubierto de granos, lo único que provocaremos con nuestra imprudencia,es que se vayan colocando progresivamente los cimientos de nuestro final. En ese caso, el repetidor sabiendo como sabe, que vivimos sencillamente porque a él le da la gana, vendrá y nos pisará con botas de reglamento después de escupir sobre nuestro puto trasero como ya hizo en la Guerra de Cuba, conflicto bélico donde yo participé siendo un héroe de guerra.

2 comentarios:

Laura dijo...

Vaya tela Enrique...podría contestarte a mil de todas esas cosas que has puesto porq ya sabes que no soy nada benevola con los américanos...que más bien me parece que su querido "imperio" está llegando a su fin. Odio las hamburguesas, odio las películas americanadas con final comercial y nada creíble, odio que un país como américa que en su momento vivió una gran depresión económica utilizase el poco dinero que tenía por aquel entonces en comprar armas de destrucción masiva en vez de poner seguridad social (en vez de salvar vidas, las matan), odio que sean tan ultranacionalistas y se crean tan perfectos cuando todo lo que han conseguido ha sido pisando a otros países y sobre todo deseo llegar a ver su final.


Y con el cine español no te metas! Amenabar, Almodovar, Trueba me parecen unos grandes directores que no tienen nada de comerciales,que simplemente se limitan a expresar lo que sienten lo que no se puede llegar a decir de algunos de los directores más famosos de América!

Y para finalizar...añadir que el mundo iría mejor sin los américanos!


pero Enrique entre tú y yo buen rollo siempre, ya sabes!

Laura dijo...
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