13 de abril de 2008

Jaimito se jubila

Cuando cuentas un chiste te sometes a un importante examen. Un chiste recordado dos semanas mas tarde por tus amigos es una matricula de honor, uno gracioso durante un minuto es un aprobado raspado y cuando te gritan que te calles, se tapan la cara con las manos y te tiran un servilletero a la cabeza es un clarisimo nos vemos en septiembre.

Yo no suelo contar muchos pero lo que si tengo claro es que no me gusta que me cuenten chistes es mas lo odio. Sobre todo cuando me los cuenta una persona a la que no tengo confianza para mandar a freir esparragos. Antes de que este se ponga a contar con gran orgullo su chiste de mierda ya se que me va tocar poner una sonrisa mas falsa que la del Joker para hacerle sentir el rey de la comedia, situacion que me revienta muchisimo porque lo que realmente me apetece es invitarlo a una sesion de tortura tailandesa. Como todo en la vida esto tambien tiene excepciones, me encantan los chistes a partir del sexto o septimo cubata.

Para terminar comentaros algo que tampoco me explico, esa extrañisima satisfaccion tras escuchar las carcajadas de tus compañeros de aventuras tras un chiste que se pudo inventar un esquimal o un tipo de la Patagonia pero desde luego no el que lo cuenta.

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